EL MAESTRO
Cuando, después de subir
la montaña, la alumna se postró en el suelo del templo y dijo: Maestro, ¿qué he
de hacer para ser feliz? Este respondió que comprara un Ford Focus ST 5000,
conducción inteligente, llantas metalizadas y faros de esos que suben y bajan
solos. La alumna, dubitativa, regresó a casa, vendió sus pertenencias y se puso
a trabajar de sol a sol. Un tiempo después, al templo arribó un apuesto
muchacho, ofreció al maestro leche y miel, y después preguntó ¿Qué necesito
para ser feliz? El anciano se atusó la barba y dijo: A ti lo que te hace falta
es una novia con un Ford Focus ST 5000, conducción inteligente, llantas
metalizadas y faros de esos que suben y bajan solos. El joven se despidió con
una reverencia y continuó su camino. Pronto encontró una chica que araba una
pequeña tierra. Albergaba el sueño de comprarse un coche y el muchacho se
ofreció a ayudarla. No tardó en surgir entre ellos la complicidad del objetivo
común, y poco a poco, el amor verdadero. Cuando una mañana, no muy lejos de
allí, un perro vagabundo se tropezó con el venerado maestro, le dijo ¡Guau! que
significa algo así como “Maestro, que necesita un perro abandonado para ser
feliz”, el maestro respondió ¡Grrrrr! ¡Guau! ¡Guau!, que quiere decir
exactamente “Solo precisas encontrar una familia que te de cobijo, que te
respete y te ame como un igual, y que tenga un Ford Focus ST 5000, conducción
inteligente, llantas metalizadas y faros que suben y bajan solos”. El animal
bajó la montaña a trompicones. Cuál no fue su sorpresa al hallar una pequeña
cabaña a medio construir, rodeada de una huerta plena de colorida cosecha, en
la que una dulce pareja trabajaba sin descanso para comprarse un coche. Aunque
apenas tenían para sí mismos, le dieron techo y comida, y un pedazo del gran
amor que compartían. El perro les correspondió protegiendo la plantación, y
dando alegría en los días duros mientras luchaban día a día por lograr su
sueño. Cuando, después de mucho esfuerzo, la joven, el muchacho y el perro
consiguieron el ansiado coche, lo aparcaron junto a la huerta. Se miraron
sonrientes. El coche no estaba mal pero, sobre todo, tenían una huerta, trabajo
compartido, y lo mas importante, los unos a los otros. Eran felices. Realmente
felices. Se abrazaron, satisfechos, y se llevaron la mano al corazón, para dar
las gracias al maestro de la montaña. Desde la montaña, el maestro no podía
verlos, pero se sentía tan satisfecho como ellos. Por fin había vendido el Ford
Focus ST 5000, conducción inteligente, llantas metalizadas y faros que suben y
bajan solos, que de un tiempo a esa parte, le estaba dando problemas de motor.
Texto: Arturo Abad
Ilustración: Patricia Gutiérrez
Texto: Arturo Abad
Ilustración: Patricia Gutiérrez