martes, 23 de agosto de 2016

DAMIÁN

DAMIÁN



Mi madre se llama Consuelo, pero es la persona que peor consuela del mundo. Lo que sí que hace muy bien es coser y además le encanta. Cuando era pequeña era ella la que confeccionaba toda mi ropa y la de mis muñecas. Si había un acontecimiento importante la prenda era encargada a la modista del barrio. Esta señora de edad indeterminada te tomaba las medidas mientras comentaba lo que habías crecido y lo bien que te iría una falda pantalón con un estampado de flores.

El nieto de la modista se llamaba Damián. Sólo venía unos días en las vacaciones de verano. Tenía la mirada típica de los niños de ciudad que no saben manejar la libertad que de repente se les concede cuando llegan al pueblo. Salía a jugar con nosotros. A la hora de la merienda la modista se asomaba  a la ventana y gritaba su nombre alargando la última a de una forma muy exagerada: ¡Damiáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan! Todos veíamos como él se estremecía y acudía obediente al reclamo. Era el que más tardaba en merendar de todos. Un rollo.

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